Nuevamente el silencio fue heredero del momento, cuando solo se escuchaba el sonido de los besos que daban nuestros labios y que iban calentando ese protagónico frio que hizo estremecer nuestros cuerpos. Yo estaba acostado boca arriba, con ella pasando sus manos cerca de mis oídos sin dejarme de decir que me amaba. No me cansaba de navegar mis dedos por su espalda, ni de juguetear con mis manos en su cabello azabache.
Se sentó sobre mí para hacerlo nuevamente, a mí me gustaba tomar el control en esos momentos, pero yo no podía dejar de mirarle los ojos, y me dejé llevar por ella quien comenzó a mover su cintura suavemente produciendo mucha satisfacción en los dos. Le tocaba todo su organismo y besé todo lo besable y lo prohibido. Su cuerpo fue gozo durante minutos aunque me desconcentró su pronta ausencia.
Mis palabras cada vez más se enmudecían, no era capaz de decirle que lo nuestro tenía que terminar, no era capaz de hacer lo que fácilmente hice con mis otras amantes… ¡Dejarla ir!, entonces ¿Qué eran esas mariposas que no dejaban de revolotear en mi estómago?, ¿Qué eran esas nacientes ganas de llorar que sentía?
Sabía que no la amaba, nunca lo había hecho… eso decía yo. Eran aproximadamente la una de la mañana con doce minutos, de un domingo veintiuno de agosto, y ella sentada desnuda sobre mí, componiendo con su cintura cuan melodía de arpa, cuando detiene su labor en la cama, aún conmigo dentro de sí; para preguntar ¿Qué nos aguardaría el futuro?, si con ella, yo era feliz.
Tardé mucho en responder lo que ella a grito interno pedía, pero luego de un fuerte suspiro de mi parte, hice lo que debía hacer. Le expliqué que dada la distancia que nos separaba y lo dificultoso que se hacía cada encuentro nuestro, era mejor dejarlo todo hasta esa noche. Dudé mucho en lo que debía decir, y le oculté mis intenciones con Nehily, tuve miedo a decirle la verdad por primera vez. Siempre fui sincero con ella, siempre le decía lo que pensaba; pero esta vez no me atrevía a hacerlo.
Ella rompió a llorar, par de lágrimas cayeron de sus mejillas a mi pecho, y entonces dijo lo siguiente:
–Sabes que la distancia no es una excusa para no permitirnos a nosotros ser felices–. Exclamó Beverly llorando, y luego refutó–. ¿Tú no sientes lo mismo que yo, Gabriel?, ¿Tú no sientes ese hormigueo en todo tu cuerpo, esa sensación de que te va a explotar el pecho cada vez que nos vemos, o hacemos el amor? ¿Tú acaso no sabes lo que es amar?, si quieres te presto mi corazón para que sientas aunque sea un poquito, una fracción mínima de lo que yo estoy sintiendo, de este desgraciado miedo que me está matando… porque sé que tú nunca me vas a corresponder estos sentimientos, por eso, quisiera prestarte mi corazón y así de una vez percibas lo que esta tonta mujer enamorada siente por ti.
Beverly arrojó su cara a la almohada para llorar, y aún conmigo dentro de sí; lloraba como si supiera que para nosotros no había un mañana. Por otra parte, al verle a ella caer, mi piel se puso como de gallina, y fue en ese preciso instante donde en segundos mi mente me hizo navegar a mis mejores recuerdos con ella. Otra vez, viví ese flash back de nuestras historias, y allí, rompí a llorar. Ella lo notó, y aún con sus angustias se dispuso a decir sus mejores palabras de aliento.
–Amor, no llores por mí. Aunque no lo sepas, yo a ti te amo tanto, que si otra mujer te va a hacer verdaderamente feliz, entonces yo ya no tendré más motivos para llorar, porque tu felicidad es lo que me va a contentar, pues eso es lo que quiero para ti, ¡mi vida! No tengas miedo, si conmigo no eres feliz, yo te dejaré ir para que encuentres la felicidad.
Me abrazó tan fuerte que apenas podía respirar y luego acercó su rostro rozando su frente junto a la mía, mientras que con sus dos manos tomó mi cara para secar las lágrimas que corrían por mis mejillas. Nunca me había visto llorar, pero era claro para mí que todo lo que sabía era mentira, pues sabía que no la amaba, y eso era tan falso como el que yo pudiera dejarla ir.
Le pedí hacer el amor una vez más, y esta vez como nunca antes lo había sentido de mí.