Oscar Perez

La visita del ángel

La visita del ángel

 

Hoy amanecí con un ángel de guardia

y, aunque viene del cielo, no me viene bien que me hable,

que me mire en un rincón, mientras me pongo los zapatos,

mientras levanto el sol para que ocupe el mediodía,

mientras me miro yo, cada vez más callado y solo.

 

Tal vez es un pudor ante las cosas celestiales,

tal vez es un temor de un nuevo edén que por mi viene

y que, de ser tan torpe, de buscar que todos entren,

más tarde ya se irá, por entre dudas terrenales,

por entre lágrimas de sal y territorios de bajeza,

o bien de un solo amor que no consigo atar al alma.

 

Tal vez es que me doy mi propio juicio de acusado,

de sueños sin cumplir, de tanta fe inconclusa,

de viejo resquemor en las verdades de este mundo

y de un no comprender qué nos faltó para ser libres.

 

Y es cosa de saber que nada existe si olvidamos,

si no damos lugar a que las manos nos sostengan,

a que en una oración la tierra sepa que lloramos

y que hay perdonar y perdonarse para ir puros.

 

Es cosa de mirar cómo me mira este ángel ciego,

este espejo en que me doy una mirada al levantarme

y en que les juro que no soy yo el que escudriña en mis pupilas,

pues una aureola veo allí, que yo ni tuve ni pretendo,

pues una ofrenda queda en mi, que es superior a mi entereza.

 

Es cosa de jurar que luego vuela al despedirse

y que aquí me quedo yo, con una pluma sin final entre las alas.

 

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22 08 15