La belleza en sus ojos es letal,
Un par de puñales finamente tallados en jade,
Afilados con el desgaste de 21 años de carácter intrusivo.
Cada noche el victimario regresaba a la escena del crimen,
Entre jadeos, sudor y neblina de amor,
Moría aquel desdichado,
Siempre desgarrado,
Siempre desangrado,
siempre a mano de aquellos iris de fuego esmeralda.