Tocó a mi portezuela, una tarde ennegrecida
Una silueta imperfecta de infinitos cabellos
Sus ojos eran de mar, su aliento de hielo
Sus manos finas navajas, lirismo de recuerdos
Me miró soberbia; como exigiendo una despedida
Musitándome al oído cancioncillas de antaño
En un timbre de espadas de frágil tonada
Que erizaban mi cuerpo cuan temeroso adversario
Quise huir de su vasta presencia aciaga
Buscando entre recodos de nubes negras
Oh… que tarde descubrí lo absurdo que era
Esconderme de algo que casi, un todo era
Acarició mi piel, solo un instante
Y sucumbí a un mundo atroz digno de Dante
Lleno de rencores y amores olvidados
De desengaños y unos que otros besos no dados
Sufrí por un momento…mientras canturreaba esa vieja tonada
Mientras su abrazo abarcaba mi cuerpo
Mientras su cabello impregnaba mi aliento
Mientras conceptuaba mi existencia en la nada
Envalentonado y sutilmente me incorporé
Apartando de mí sus cabellos, su aliento y su cuerpo
La vi a los ojos y la advertí casi niña volando cometas a favor del viento
¿Que hacéis de mi vida? le pregunté
¿Te cuento un secreto?
Te recuerdo que vivas… me respondió
Que ames, que abraces, que rías, que beses una y mil veces
Que sientas, que sueñes, que vivas sin entremeses
Por que cada existencia fluye día a día sin retrasos
Y solo así... sentirás discurridos tenuemente mis inevitables pasos