las islas plásticas de la computadora,
su pensamiento angustiado decía
“que estará haciendo”
mientras el bárbaro jefe la gritaba
“ si señor aquí esta su tinto”
ella ordenaba alfabéticamente las listas
y se repetía así misma
“ojala me llame”
otra frígida encomienda llegaba
“tome asiento por favor”
y su alma adolorida gritaba
“ojala al fin se decida por mí ”
el teléfono estridente vociferaba
“si señor la carta que me pidió”
discutía con los proveedores
mientras su sangre desesperada decía
“todo lo he dado ya ”
el internet se apeñuscaba en el aire
“señor por favor firme el cheque”
el reloj marcaba las seis en punto
y su alma intranquila decía
“ojala pueda escapársele a la mujer”,
corría hacia repleto el bus chatarra
y su respiración ansiosa decía
“que debo ponerme”
sus nervios lanzaban azotes
sobre la cabrona rutina oficial,
y así podía durar años y años
aquella pretendida eficiente;
pero una bala sedienta
vino desde una remota esperanza
un proyectil blanco albino de sal
disparado por el mar,
atravesó exasperado y feroz
las estalactitas de los cielos
hasta las flores de esas ilusionadas carnes,
así durmió sosegada y por siempre
ella que era un ángel también
ella que ya no podía soportar
para su corazón otra traición más.
JOHN WILLMER