(palabras moribundas)
Al DON, hoy descolgado de la parra,
que antaño definía al señorito,
al hombre que sabía o había escrito
o un título llevaba en la zamarra.
Un vocablo florido, tan bonito
el que se anteponía al nombre, el Don,
motivo de prestigio, admiración,
para ser recibido un requisito.
Sometido hoy al desdén y vejación
ni conocen, desprecian o te ignoran
denostado ya en tu uso y condición.
Yo desde aquí solicito explicación
-la ciencia y el saber no se pignoran-
con un responso rogando una oración.
Y en acto de tristeza y emoción,
las lágrimas me afligen y me afloran,
me uno al cortejo y firmo tu defunción.
©donaciano bueno.