Viajante de susurros, tienes alma
de padre espiritual
de un mundo en que prevalece el carnaval
y que de la quietud huye y la calma.
No olvides que el humano es animal
con heridas que rezuman turbios posos
y sueños que padecen tormentosos.
Mercancía de caducidad con fecha,
no existe quien te compre.
Tanto al pretil va el cántaro y se rompe
que ya al candil se le acabó la mecha
y hasta en silencio el sonido se corrompe
pululando en un erial ignoto
de antojos descosidos que se han roto.
Sonreír nunca será ya una exigencia
para esta travesía.
Soterrada ha quedado la alegría
en un acto servil de penitencia
y dolor en ignota sacristía,
tan dura y tan tediosa del desierto
donde observas hasta la brisa ha muerto.
Sólo la sombra ya eres de tu sombra
pues que ahora los gritos
a sus anchas campan por los garitos,
inclusive en la voz de quien te nombra,
asume tan innobles requisitos.
De muerte sentenciadas las caricias
por la envidia y maldad de las codicias.
Que ahora no se llevan las plegarias
no insistas, ya no hay clientes,
que los hombres son dios ¡pobre indigentes!
sólo atienden a las cuentas bancarias.
Allí donde carne hay echan los dientes.
Tanto es ya el desprestigio del susurro
que acaban rebuznando como un burro.
©donaciano bueno.