Por el lago apacible de la vida
navego hacia ti en mi frágil barquilla.
Con mi tonada de arrebol vestida
como un ave que vuela hacia tu orilla.
Bajo un cielo con nubes de pluma
Cavilo en el ocaso, solitario
y entre luces contemplo la espuma
que dibuja la quilla en el estuario.
La luna, con su halo fulgurante
Es faro virginal que, vagamente,
me marca un surco de estela brillante
que extiende en mi pecho un canto elocuente.
En eso, mi corazón se estremece,
como si algo sublime presintiera.
De pronto, lejanamente aparece
una estrella que conforta mi espera.
Quise volar hasta llegar a ella
y hundirme enceguecido en su destello.
Al saber que tú eras esa estrella
me pareció que el mundo era más bello.
Y en el letargo de las horas muertas,
al resplandor de su luz bienhechora,
mi corazón abrió todas sus puertas
y en el cielo de mi alma vi la aurora.