El cansancio forzó mis ojos, y la oscuridad ganó el pleito. Pensé que pronto me repondría, y sin embargo, un sueño profuso enerva mis sentidos. La realidad se confunde en episodios de demencia. Cada relámpago conmueve mi conciencia. Cada color envuelve mil aromas. Un pozo profundo me absorbe, y un cielo sin estrellas me enluta el alma. Mi ser vaga incorpóreo, congela las agujas del reloj. No hay mudanza en el espacio. No hay marca ni mojón que limite mi ansiedad. La eternidad de los mortales es fatalmente finita. Debo estar loco, o al menos me encamino a ello. Cada instante se detuvo. Cada metro se contrajo. Sorbí la bruma espesa que respira mi garganta. Flores y manantiales se acercan a mi, como manchas fulgurantes. Mi pecho respira frío. Mi ojos buscan el milagro de un edén. Hay brillo y resplandor. Hay azúfre y carbón. El sol y el infierno. Todo está allí delante de mí. No lo abarca mi mirada, lo comprende el alma. Lo encierra mi ser. Quiero sentir, y los sentidos no alcanzan. Me limitan. Me condicionan. Me vuelvo esencia. Dejo atrás la pesadez del cuerpo, la profundidad del sueño. Penetro una nueva realidad. Percibo colores que nunca vi, y sonidos que nunca oí. He transpuesto al fín la puerta hacia la libertad.