Crucé el abismo con un arpa y 2 muecas
expuestas al brillante iris destructor.
Luego, estando ya a salvo, me quité la piel
y fui humano.
Mordí los errores pasados y escupí dilemas.
Me senté en el trono vegetal y evaporé
con falanges el humo del averno.
Al fin creí en la suerte y el número 7 habitó
en mi médula.
Suele ocurrir que somos destino
sin concretar...