Otorgué a la luna mi ojo interior
-la forma en que mi alma ve y percibe-
para ser sus ojos
y que su luz en la oscuridad fuese mi guía.
Y me hallé tendido en la fría superficie
-amparado por la quietud de un silencio absoluto-
como ser desnudo, primordial, casi animal.
Esperando la caricia de la madre Luna,
sobre la tierra infértil, baldía.
Ser elemental, acogido por la fría piedra,
en el suave desierto congelado y atemporal.
Ser de luna.
Y observar.
-Solo ser y observar-
Más allá
de lo imaginable.