No hay luz, más allá
vivir con la rapidez del relámpago
y el estrépito del trueno
suele acabar en una calma tensa,
pero,
saber que existes
es volver a recordar el sabor del otoño
la lluvia jugueteando entre los dedos
el primer frio
y el primero que fue capaz de estremecer mi cuerpo
y
si alguna vez vinieras
y no estuviera,
mírate el corazón
ponte la mano izquierda sobre tu pecho
y entre el intervalo de la sístole y la diástole
escucha lo que te dice.
Si no estuviera,
búscame allá, donde nos escondíamos del viento
cuando soplaba en contra y buscábamos refugio
para no enfriar nuestros labios.
Si alguna vez vinieras
y estuviera,
recuerda que todo podría haber sido mentira.