¡Vida para tu espíritu! de paz y mansedumbres
y la fuerza volcánica de esta emoción bravía
que destella de albores en las más altas cumbres,
criben lauros eternos en este opáco día.
Humildóse tu garbo. La mañana otolina
entre linde y lindero, la voluntad del fuego
quemó de mil bondades tu ceja y tu retina
y así; forjaste un hombre de volúmen labriego.
Se hizo tarde en tus pasos y tienes que volver,
el éxodo en la vida nos trajo entre su vuelta
y, entre las multitudes te he conseguido ver.
Por eso amigo; espero cantes con tu alma esbelta
desde la primogénita llama de tu sustancia,
y en la terrena lid, ciñas tu mano envuelta.
Derechos reservados de autor
David John Morales Arriola.