Pemíteme decirte, una vez más,
la alegría que siento,
de tenerte en todo mi ser.
Agradezco todo lo que haces por mí.
Pienso que muchas veces
no soy merecedor de tu amor.
¿Pero cómo no he de amarte
con todo lo que otorgas
a mi vida?
Tus enseñanzas bajadas desde el cielo
hacia la tierra.
La música de paz
que siento en mi alma,
a través de tus palabras.
Una vez más, te pido
disculpas por no ir a visitarte.
Eres Tú el que hoy me visita.
Eres la fortaleza de mi existencia.
Eres hoy, la gran razón
de mi vivir.
Miro la foto
que te he sacado en la
Basílica de Mar del Plata.
Y allí estás, muerto,
después que te han crucificado.
Me detengo, y recuerdo
el momento en que
gozoso buscaba tu imagen.
Te encontré, fotografié,
y en la cabecera de mi cama estás.
La real foto no puedo plasmarla, aún.
La tenía hace un tiempo,
pero al destruirse el disco duro,
me eliminó cualquier cantidad
de fotografías, las cuales ahora
estoy sacando con mi celular, fotos.
Con la cámara no he podido.
Me la robaron hace unos meses.
Dios, en el cielo
y en la tierra.
Dios en mi alma.
En mi vida.
En mi cuerpo todo.
Derechos reservados de autor (Hugo Emilio Ocanto - 28/08/2015)