TU CAMISA NEGRA
¿Fue el hechizo de aquella camisa
o fuiste tú que inflamabas mis pulsaciones
o fue el cielo que cabía en mis manos
al desabrochar cada botón sin prisa?
A danzar comencé
cuando deslicé con furia tu camisa
y tu entrega se arrullaba en mis palmas
mientras yo sorbía los secretos de tu carne
y tú lamías los misterios de mi alma.
Abracé la camisa negra
y fui adueñándome
con caricias inmaculadas
que ocultaban mis escándalos de miel.
Tu camisa ahora duerme en mi piel.