En lo alto de la montaña,
Al pisar aquella cumbre,
Al despertar la mañana
En aquel cielo vi lumbre;
Albinos mantos de seda,
Resplandecientes reflejos,
Mi alma inmutable se queda
Al contemplar mil espejos;
Surgió en un áureo carro,
Desordenado cabello,
Herido por gran guijarro
Da un purpúreo destello;
Era Apolo con su lira,
En sus corceles de fuego,
Y prepara una gran pira
Para acallar ese ruego;
Era Diana plateada,
Que con sus desnudos senos,
Pedía ser perdonada
Por pisar rumbos ajenos;
El ofendido marido
Ve que aquel albino suelo,
No se presenta ni herido
Ni como un polvo es su vuelo;
Satisfecho aquel amante,
Cubre a su amada de besos,
Y disfruta en un instante
La libertad de mil presos…