La espera la mañana
sumergida entre sus bragas,
con olor a cigarrillo
y sus ojos ya perdidos.
La cama se transforma,
cambia, toma forma
de una tumba blanca
que la lleva entre sus pausas;
la desnuda y la acompaña
frágil y fugas como los
sueños de su infancia.
Los días cambian, se escapan
como el cotidiano jugando a
tener alas.
Las cicatrices marchan fúnebres
sobre su cuerpo
y la mañana sigue sin
contar nada nuevo
Sus labios se han cansado.
Sus senos se han marchitado.
Y sus cielos se han manchado.