Aldo Miranda

A LA PUTA OCASO.

La espera la mañana

sumergida entre sus bragas,

con olor a cigarrillo

y sus ojos ya perdidos.

La cama se transforma,

cambia, toma forma

de una tumba blanca

que la lleva entre sus pausas;

la desnuda y la acompaña

frágil y fugas como los

sueños de su infancia.

Los días cambian, se escapan

como el cotidiano jugando a

tener alas.

Las cicatrices marchan fúnebres

sobre su cuerpo

y la mañana sigue sin

contar nada nuevo

Sus labios se han cansado.

Sus senos se han marchitado.

Y sus cielos se han manchado.