Me gusta cuando los poetas se dan cuenta de la nada
Me gusta cuando los poetas se dan cuenta de la nada,
sus madres ya lo hicieron al parirlos,
sus padres ya lo hicieron al volver borrachos
y los hermanos que eligieron ser ministros o cantantes
o nada en el albur de que el destino decidiera.
Me gusta cuando los poetas se dan cuenta de la nada
y de que nada pasa, justamente, entre nosotros,
ya lo notó el turista ante los muertos del tirano,
de aquella dictadura en que aún no hallas justicia,
ya lo sabe el barrendero que limpia las ciudades
para al otro día volver y hallar la misma podredumbre,
lo saben los pastores que enseñan tiro a las ovejas
y las ovejas que se van con el lobo salvaje,
simplemente de aburridas, mas no tristes, valga el caso.
Me gusta cuando los poetas se dan cuenta de la nada,
como si fuera novedad, como si entonces
recién se decretara que la nada nos rodea,
nos come los países, nos quema las pestañas,
nos cobra el doble o triple por terapias imposibles
o nos deja morir, sin nada que agregarle.
Me gusta porque sufren, porque lloran,
porque lanzan botellas con sonetos al espacio
o cohetes en el mar de sus propias despedidas,
sin nadie al que llamar cuando se acaba el chocolate
de su sangre tiñendo tantas páginas en blanco.
Me gusta cuando los poetas se dan cuenta de la nada,
los niños simplemente correrían a sus casas,
los hombres simplemente se echarían su buen trago,
las mujeres saldrían a preguntar con más mujeres
y un gran por qué y jamás y un hasta cuándo y un te espero,
Pero ellos, los poetas, no conocen condiciones,
no tienen más piedad que la del filo del cuchillo,
no tienen más verdad que la del cíclico horizonte
del que ya no regresan sin la flor del pecho abierto.
Me gusta cuando los poetas se dan cuenta de la nada,
y luego nada ocurre, de sus llantos
no cae un lagrimón, que todo fue sólo palabra,
y en sus bocas no hay más voz, que es todo incertidumbre,
y entre sus manos blancas sólo hay tristes conclusiones
tras posarlas en sus frentes y no ver ningún camino.
Me gusta cuando los poetas se dan cuenta de la nada,
entonces yo me voy, abro la puerta, lleno el vaso,
dejo crecer las flores, oigo el mar con su murmullo
y me adentro en la ciudad, llena de nada indescifrable
y en cuyo ardor tendré más de una cita con la muerte,
más de una cita con la vida, con su amor, con sus costumbres.
Y veremos caer el sol de nuevo en el ocaso
y veremos salir la vieja luna de las noches,
entonces nada habrá, por eso habré de darte un beso,
que cuando nada hay, es que recién, recién comienza
la poesía y lo demás en que el poeta
me gusta porque sólo se da cuenta de la nada.
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