Cuando la lluvia empieza a caer,
las aves despiertan del letargo,
no obstante y sin embargo
la melancolía empieza a sustraer.
Las tristezas que acumuladas están,
aúna al momento, la negrura
que del cielo escapa y por segura,
acompañadas de dolor...vendrán.
Es atípica la lluvia incesante
que sin embargo nos entiende,
por inesperada se comprende
venga furiosa, fuerte, sofocante.
Se marcha sin aviso y nos deja
desolados, taciturnos, cavilando,
las tristezas del alma acrecentando
la melancolía que semeja
La lluvia que mis ojos desprenden
en esta tarde nublada, por eso
es acariciante la delicia de ese beso
que tus labios cálidos sorprenden.
Lluvia...¡bendita lluvia inesperada!
Por: Alejandro O. de León Soto
Tijuana, BCN. MEXICO, Sept.2/15