En noches de nostalgia,
cuando aumenta mi pesar,
es el brillo de tus ojos
quien alumbra mis sueños
y abarca mis pensamientos.
Cuando la soledad me invade
resintiendo mi callada alma,
es tu figura fresca y hermosa
quien pronta a aliviárme
en mi ayuda acude.
Es ese agradable influjo
que tu persona carga,
quien me da efímera felicidad,
quien agita mansamente mi corazón
y de mis días, las noches hace largas.
Cuando vencido por tu encanto,
tu ternura y tu mirada,
tus cabellos y tus labios,
también en sueños te veo
y sueño que te quiero.
Crece entonces,
desesperadamente en mí,
el deseo de abrazarte, de tenerte,
de hacer mías tus penas,
y tuyas mis alegrías,
de besarte con vehemencia
y en silencio, amarte.
septiembre de 1978