No es el sueño que olvidé porque su presencia es sostenida. No es el juego que dejé porque murmura en todas partes. No es el cuaderno que escondí porque te parafrasea a cada instante. Es el deseo que sofoqué aquella noche en que no nos confesamos. Y es la propensión natural por quererte de a ratos, por ansiarte siempre y buscarte de vez en cuando.