Te pregunté si me amabas, mientras miraba fijamente tus ojos claros.
Me acariciaste la mejilla y acercaste tus labios a los míos.
Nos fundimos en un profundo beso y sentí que el tiempo se detuvo.
Te entregaste sin reserva alguna, mientras nuestros cuerpos se amaban con pasión y sin reserva alguna.
Ante tal respuesta, elocuente sin palabra alguna, solo puede dar gracias a Dios por tu presencia y el maravilloso don del amor.