I
Llueve…
Canta el cielo su romanza gris
por las tristes calles de París.
Aprisionado en tu recuerdo,
entre las sombras me remuerdo
en el sinsabor de lo que fui.
Llueve…
Mientras la lluvia besa mi esplín
a lo lejos escucho un violín
que entona nuestra melodía…
aquella que fuera ambrosía
que nutrió nuestros besos de amor.
II
Arando los charcos ateridos,
escucho los azules sonidos
de un viento desolado y atroz.
Es la cruel sentencia de tu voz
que blandió su lacerante adiós.
Caliz de mi copa de bohemia
fue París y su febril anemia.
Vagando en la sombra nocturnal
veo en el ilusorio cristal
de una vidriera, tu blanca faz.
I bis
Lluvia…
Canción fúnebre de nuestro amor
que me rebosa con su fragor.
Allí muere nuestro poema
en ecos de un triste fonema
mientras llora el rumor del violín.
Llueve…
Magnolia cándida de tu piel
enamorada que ahora es cruel
lluvia de sombras nacaradas,
de jaspe y de luz salpicadas,
como una pintura de Afremov.