Cuando el sol se valla entrando en la tarde
Y la luna lo reciba en sus brazos
viviremos como dos locos amantes
Caminando de la mano,
por las calles sin descanso.
Las estrellas vigilantes
En la noche
El tren con su silbato,
Anunciando su partida.
Un palomo herido en su nido
por el dolor de su amada
que lo dejo en el olvido.
Sus oídos ya sordos
Apenas escuchan el talán talán
De las campanas en la iglesia,
El correr de los niños al dispensario
Tomados de la mano de un cura
Que los lleva a su rezo diario.
Mientras a lo lejos, los dos locos amantes,
jurándose amor eterno,
bajo el árbol, sagrado.