Paseas discreto ensimismado en tus pensamientos.
Oteas el horizonte, te dejas acariciar por el viento.
Cierras tus ojos cansados y aspiras el aroma matutino;
mezcla de tierra mojada, de flores silvestres, de musgo olvidado, de humedad naciente, de riachuelo sereno, de verde profundo y azul reluciente.
Te deleitas con el cantar de las aves, que en vuelo sereno invaden tu alma, no hay prisas, todo es calma.
Escuchas lo grillos, el murmullo de la seca hierva mientras el aire suelta su moño, el suave y rítmico caer de las hojas anunciando el otoño.
El frescor mañanero cubre tu piel, dejando detrás la soledad, amarga cual hiel.
Pasos firmes y serenos, uno más, uno menos, no importa el tiempo es todo tuyo. Alzas tu frente con orgullo, mientras te toca el rocío y el riachuelo te ofrece su murmullo.
Tu mente recuerda lejanos sucesos, tu rostro ilumina una amplia sonrisa, todos los detalles recuerdas sin prisas, mientras tu tararear se lleva la brisa.
Blanco tu pelo, mirada profunda, manos nobles testigos silentes de amores lejanos perdidos en tu mente. Solo uno recuerdas con locura, aquel que te enseñó a amar sin cordura.
El valle te ofrece toda su hermosura, te sientes uno, humilde creatura, con aquel paisaje, plena natura.
Silente te pierdes entonando tu alegría, aquella que fue tan tuya, hoy hago mía. Recuerdo taciturno de tu alma pía.