Se ha quedado la sombra embutida en el vacío del exilio de los muertos,
donde se han ido los ruidos, huyendo la atmósfera acústica cargada de gritos,
en el somnífero hipócrita del destino como un delirio onírico de los creyentes
en una causa amarrada a la paz bajo los dominios cortantes de la guerra.
La libertad, una frontera con límites arraigados al derecho de la vida
entre el impacto de los cuerpos desconocidos a la necesidad innecesaria
embotellados en lágrimas secas de un dolor acumulado al centro de la tierra
que se va filtrando a través de las heridas del infierno sobre la carne desnuda
u inocente de ángeles cortados del cielo, que frágilmente juegan con los tirantes del futuro.