Y es que...
No sólo de rimas don Cyrano vive,
ni se esconde en conceptuales laberintos:
una vez cada tres años, vino tinto,
piel, sudor y devaneos lo desviven.
Y más tarde, cuando se pierde el hechizo,
otra vez en verso chilla el calavera;
y al ocre otoño le llama primavera,
y reduce a palabritas lo que quiso.
Y por no tener ositos de peluche
ni encontrar alma gemela que lo escuche,
arrincona la pasión con las ideas.
Y aunque sabe que, de alguna forma, miente,
se consuela con que el resto de la gente
también tiende a maquillar las cosas feas.