A mi muerte, le anticipo mi vida
presagio una breve palma
recorrer mi cadáver
y sé que brotará alguna flor
en el jardín de un anciano
convaleciente.
Y mi muerte y yo,
seremos dos ondulaciones
dos tiempos que al fin
después de tantas encrucijadas
pudieron encontrarse,
No le diré nada, ella
callará todo,
Y ahora sé que
el viento de marzo
en una cuna
hace 26 años,
era la mano de la eternidad
cobijándome.
Y sin piedad
y sin moraleja
y sin que uno se entere
que al hablar de su muerte,
ella te observa
aún sin mirarte.