Con la fe que me aferro a tu espalda,
Susurras sobre el abrazo y pienso en los intersticios:
En cómo mi sonrisa va rasgando un espacio nuevo,
A la vez que tu mirada des-cubre mi faz.
¡Quién fuera dios para que no se hiciera de mañana!
Milagros de la lluvia por venir,
Abrasándome como tus piernas a mi cintura,
Como mi muslo a tu pelvis.
Retozarnos en la suave madera
(La misma de una cama y una mesa)
Mientras los labios van dejando ese rastro
De lentos fugitivos insomnes,
Entretenidos en su marcha inaugural.
Dos finas rodajas de limón traslucen la marca
De las lunas y sus intenciones.
Hasta que la música comience a sonar
¿Es que ya estaba sonando?
Antes -y después- de un cambio
Que robase y entregase a su vez
El pulso de un íntimo comienzo.