Entre la suave brisa
que levantaba plácido vuelo
una rosa mecida
mostraba gracia, alcanzando su sueño.
Exhausta del calor
desmayó el corazón sin aliento.
Recostada en su rama
estremeció al jardín su arrobamiento.
Yo sería una herída
si cortarla una mano quisiera,
pues dormita tranquila
parece un hada vestida de seda.
En su nave de plata
un ángel la toma y la lleva al cielo.
Tal vez, ella se expanda
regalándose cual aroma al viento.
Tan cansada ella estaba
que no exhaló ningún sutil aliento,
como si supiera
dijo adiós y dejó solo al viento.