Déjame romper éste espacio de cristal que se cruza ante nosotros.
Déjame empezar tocando tu mano y seguir por el rumbo de tu brazo hasta tu cuello.
Déjame plantar ahí un beso que florezca en todo tu cuerpo y después de un tiempo,
déjame cosechar toda la dulzura que sobre ti nasca.
Enredate en ésta caricia que se ha escondido por tanto,
viviendo latente en la ilusión de mis manos melancólicas.
Manos hartas de aterrizar en otra piel que no sea la tuya.
Entenderás, entonces, todo lo que el silencio dice,
como si leyeras en mis dedos cada historia que se ha creado.
Y aquí están, te extiendo mis manos y muestro las palmas para que me leas.
Comprueba que no hay más palabras que esas que digo cuando te digo que quiero tenerte cerca,
para que no te asuste reducir los espacios,
para que no desconfíes si el cristal se rompe.