Hugo Emilio Ocanto

Mendigo -Novela en versos- -Autor: ÁLVARO J. MÁRQUEZ- -Interpreta: Hugo Emilio Ocanto- -GRABADO-

 

\"En medio de lluvias y sumidos en alcohol,/ el cielo perdió y yo también perdí./ El cielo porque amaneció sin sol/ y yo que amanecí sin ti\".

 

No lo sabes, pero hoy te tenía justo al frente

y me di cuenta de que no me reconociste...

Claro, yo ahora debo verme muy diferente,

por eso no reaccionaste, ni el saludo me diste.

 

Cuando pasabas te tendí tembloroso mi mano

y rápidamente miraste en tu pecho la alhaja...

Yo me sentí como aquél que pide pan en vano

y todos cuidan que no se robe ni la migaja.

 

La barba crecida me hizo lucir muy distinto,

sin duda eso debe ser lo que más te asustó;

igual me extrañó que ni siquiera por instinto

algo en ti te dijera que ese extraño era yo.

 

Pasaste por donde estaba y seguiste de largo

y unos metros más allá volteaste a verme,

pensé pues que me saludarías y sin embargo,

tan sólo tus malos ojos pudiste ofrecerme.

 

Me pregunté “¿tan rápido me olvidó ella?,

Creo que ya ni en sus sueños me nombra”.

Ya lo ves, tú sigues siendo igual de bella

y en cambio yo, ya no soy ni mi sombra.

 

En la mano que te extendí llevaba un anillo,

ése igual al tuyo que sabes que siempre usé,

bello y con un significativo y especial brillo

y no me extraña si acaso creíste que lo robé.

 

Leías muy atenta poemas de José Ángel Buesa,

sabes que te conozco más de lo que crees.

Quisiera saber si leer los míos aún te interesa

o si es que ya no sientes nada cuando los lees.

 

Después de un rato pasaste frente a mí otra vez,

pero ahora para mi pesar ibas muy acompañada,

te veías algo aburrida o quizá eso sea al revés

y resulte pues, que estabas de él muy enamorada.

 

A mí que te amaré con el alma mientras pueda,

que siempre he amado tanto tu ser, tu esencia,

me pusiste en mi mano de pronto una moneda,

digo que habrá sido para calmar tu conciencia.

 

Te acercaste y generosa me ofreciste de comer,

ahí comprobé que no me reconociste, lo sabía,

porque de no ser así entonces has debido saber

que era hambre de ti lo que realmente tenía.

 

Me fui, sentí que mi esperanza allí terminaba

y que cada uno cumplía ya un distinto papel.

Jamás sabré si al menos algo te perturbaba

el modo de mirarte del hombre del anillo aquel.



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