Me desvanezco como el Sol
del atardecer cobrizo.
Mis manos se esfuman
ante mi mirada impasible
y no puedo ya evitar
hacerme niebla en este plenilunio.
Mi cuerpo me abandona
en un soliloquio cobarde.
No sufro, no siento, pues aire soy
mas observo atentamente
que no queda parte de mí,
tan lejos ya de todo lo que un día amé.
Aire soy ya, sin dolor,
sin pena, sin angustia, sin tu amor.