Lo irónico del asunto
me lo dice el silencio
de este vacío casi gaseoso
que tiende a ocuparlo todo.
Silencio solo quebrado
para formular la pregunta del siglo.
¿Como llegar a dónde
vara el viento
al polvo
de los corazones harapientos?
Solo he de saber que existe
esa bahía de dunas rojas
por el olor a mar que persiste
en mis ropas, que ocasionalmente,
pueblan las baldosas.
Sea pues por las veredas
que llevan a ese lugar
el polvo; polvareda.