El día era soleado y había tiempo en mi intinerario, la interminable marea de papeles hacía estragos en mi paciencia. Quise darme un respiro de aquel interminable río de personas. Decidí ir a ver a Keila, sería hasta metro impulsora... ¿Había una causa de fondo? Me pregunté mientras recorría el camino que me llevaba a su casa, quizá la respuesta estaba en mi mochila, dentro había algo que quería regalarle, no sabía que pensaría, ¿sería una grata sorpresa o una desagradable visita?, llegué con Keila y la visite tan solo un rato. Me despedí y caminé al metro para dirigirme hasta la estación Neza. Allí la vería a ella, ¿cómo se vería? ¿Sonreiría? ¿Abriría sus ojos mostrando aquella mirada que decía todo sin decir nada? Porque sus ojos... Ellos si que sabian hablar.
Llegué a su casa. ¿Toco el timbre...? Dudé, miré mi reloj: 3:20pm, demasiado temprano, me arrepentí y caminé hasta el fondo de su calle, me senté a la sombra de un árbol y esperé unos minutos.
Me recibió su papá en la puerta
-¿Quién?- me preguntó.
-Soy Erick.
-¡Hola Erick! ¿cómo estás?.
-Bien señor- abrió la puerta y dijo:
-Pásale, pero creo que no esta Lucero.
-¿Está trabajando?.
-Sí.
-Bueno ¿puedo esperarla?.
-Sí, con gusto, pásale.
Saludé a su hermano, era extraño volver a aquella casa, mirar su piso, sentir su ambiente, todo me recordaba sensaciones que extasiaban mis sentidos, no era un sueño como muchos otros, porque después del ultimo adiós, mis sueños eran el único lugar donde la encontraba y despertar se volvía un infierno. Tomé asiento y miré a su papá; mientras platicaba con él, se sentó lentamente sobre aquel sillón, un sillón que compartía un recuerdo conmigo, un recuerdo de un momento a solas donde un instante de pasión se había apoderado de nosotros, lo recordaba bien, ¿cómo olvidar aquel beso?, la forma en la que ella se abalanzó hacia mí cuando el mundo nos regaló un momento de soledad. Recuerdo sus brazos rodeandome mientras sus labios callaban mis palabras; la unión de nuestros labios, un beso suave, tierno, cálido y húmedo una lucha de nuestros labios deslizándose suavemente uno sobre el otro en una lucha armónica que no quería terminar, mis manos deslizándose sobre su cintura. Separamos lentamente nuestros labios, mientras una mirada se cruzó en nuestros ojos y yo me perdí en la profundidad de sus pupilas ocultas tras aquellos lentes.
Ella apareció en la escalera y mi corazón palpitó como queriendo abandonar mi pecho, me controlé y la escena del beso se difuminó en mis recuerdos, la saludé a distancia y actuamos normal, recordé la canción que ella me dedicó un día, traté de no mostrar ningún gesto pero entendí que era el \"final de nuestra historia\". Era dificil afrontar la idea pero debía afrontarla. La miré aún con ojos de amor o ¿quizá cariño?, ¿qué era ese sentimiento en mi pecho? ¿era o ya no era?, sonreí pero esa sonrisa no era mía, era de ella, porque las sonrisas son de quien las provoca. Era la primera vez que la veía de rosa, las otra solo habían sido a través de unas fotografías mientras me mostraba sus uñas, quizá era la misma blusa y con mis ojos trataba de descifrarlo, quizá lo notó, quizá me vio mientras mi mirada la estudiaba, recordando en una melancolía secreta que se ahogaba en un mundo de sueños que solo se podía revivir ahí porque ahí es donde ahora pertenecía... a un sueño. Mi mente dudaba... ¿y si solo fue un sueño? ¿y si solo yo lo recuerdo? ¿y si nunca paso? entonces ¿qué es la realidad, estoy soñando, esto es real?, me preguntaba mientras escuchaba atento la plática de todos pero me limitaba a apoyar y no a opinar; quizá no tenía ni voz ni voto. Yo no pertenecía a su mundo aunque hubiera sido lindo, lo imaginé y después lo borré para no mostrar expresión alguna, traté de ser neutral, era lo esperado, era el convenio y al final terminaría cumpliéndolo, porque el tiempo hace de la suyas aunque uno no lo quiera. Yo no la quería olvidar pero quizá después de tanto recordar, uno termina olvidando. Ella ya me había olvidado, al menos una parte, ya no había esa luz en su mirada, ya no había pupilas dejando reflejar mi imagen en ellas; el tiempo pasó y yo seguía sentado. De vez en cuando unos ojos que no siempre podía controlar se posaban sobre sus manos, sobre su cabello, sobre sus labios, sobre su risa y sus ojos, su cabello, sus manos y sus pies; trataba de ordenarlos mentalmente de menor a mayor: manos, ojos, pies, cabello... cabello, manos, ojos, pies; o... manos, pies cabello, ojos.
Mientras ellos platicaban, esas partes de su cuerpo pasaban por mi mente, era inevitable y mi corazón se exaltaba a ratos, un impulso de abrazarla me invadía de pronto y lo desquitaba sobre su perrita, a Lucero no la podía abrazar, pero su perrita era tambien parte de ella de una forma inexplicable. ¿Por qué no la salude?, me pregunté ¿a caso miedo? ¿a caso respeto? ¿a caso algo más?.
Era casi tiempo de irme pero no me quería ir, pero debía irme, debía.
Me imaginé mirándola como la miraba antes, se veía bonita pero me hubiera gustado verla en ropas de comodidad y sandalias. Amaba verla en sandalias, mirar su libertad expresada en su estado natural. ¿Por qué pienso esto? pensaba, no es bueno, no es sano.
Pero lo pensaba y mientras más pensaba en no pensarlo, más lo pensaba. Por fin mi mano dibujó un adiós a la distancia y ella lo entendió. Asintió con su cabeza y nunca imaginó todo lo que mi mente pensó y mi pecho sintió. Nos fuimos en el carro de su papá y saqué de mi bolsa, el pretexto que me hizo estar y no estar, ¿le gustará?, me pregunté, quizá... después de todo ¿qué mejor regalo de su médico personal que un kit para cuidarla a la distancia? una manera de estar con ella sin estar, una ayuda extendida de este que un día fue y que ya no es, un recuerdo útil, pero ¿qué pensaría ella al verlo y al abrirlo?, ¿sonreiría, recordaría o sería simplemente algo más...? me quedaré con la duda, concluí.
Me despedí de su papá y después de ella; me extendió la mano y la acepté con cierta melancolía, ahora no era posible bajarme y abrir su puerta para despedirme con un beso en su mejilla, como aquella vez. Ahora todo era un recuerdo de lo que fue.
Me bajé, caminé al metro, esperé el arribo del tren, saqué un libro y distraje mi mente entre sus letras.