La ferocidad de un instante
se mide en temblores.
Pasa una vida
y enseguida la toalla absorbe tu sudor.
Suele ser fino el ardor juvenil
y la última mirada positiva;
a veces surge de la oscuridad
una luz amarilla
y tu mundo se transforma
en una confusión sin límites.
La ferocidad de un instante
se mide en temblores
y la mitad de esas sacudidas
golpean un mismo temor.