OROSMIRA

La escondida

Me deleito con la cercanía de tu presencia, reflejada en mi mirada. Si en algún momento tropiezas, no dudes que siempre estaré ahí para socorrerte. Disfruto intensamente de nuestra complicidad, y sé que también tú lo percibes. Cada vez que corres hacia mis brazos y tu risa contagiosa me envuelve, experimento la sensación de que el tiempo se detiene. ¡La felicidad me embriaga por completo!

Un día, me sorprendes con la pregunta: » ¿Acaso no has notado cuánto tiempo ha pasado desde que jugamos a las escondidas, mamá? » A lo que respondo con una sonrisa cómplice: Sí, ha transcurrido un tiempo considerable, aunque estoy convencida de que fue ayer. »

¿Por qué no revivimos ese juego ahora mismo, mamá? » ¿Cómo podía negarme a una petición tan inocente? Dejo a un lado todas mis ocupaciones para sumergirme en la aventura que me propones.

Te toca a ti contar, y en el instante en que corres a buscar tu escondite, yo cierro los ojos y comienzo a contar en voz alta: uno, dos, tres... Así es como la magia se despliega en todo su esplendor. Súbitamente, me transporto a mi propia infancia, siento mariposas revoloteando en mi estómago y la emoción de jugar me embarga por completo. Recorro las distintas estancias de la casa con pasos resonantes, mientras escucho la risueña melodía que emana desde el dormitorio. Me acerco, simulo no tener la menor idea de dónde te has escondido, permitiéndote así la oportunidad de emerger victorioso por tus propios medios. Nos reunimos con júbilo, celebro tu triunfo y me siento orgullosa de ser tu madre una vez más.

A medida que crecemos juntos, es en la maternidad donde descubro la sublime belleza de la vida. Esta profunda conexión que compartimos nos permite crecer mutuamente. Si fuese posible, te acompañaría por la eternidad. No obstante, somos seres mortales y no inmortales.

En ese instante, me veo proyectada hacia el futuro, cuando la vejez haga presencia y los hilos que sostienen mi existencia se desvanezcan. Seré yo quien te invite a jugar a las escondidas, diciéndote con una sonrisa afectuosa: » ¿No hace mucho que no disfrutábamos de este juego? Y tú, en un rincón, te dispones a contar mientras yo busco mi escondite.

Uno, dos, tres... Y cuando decidas encontrarme, descubrirás que siempre he estado en el mismo lugar, en tu corazón. Siempre presente para apoyarte, enjugando tus lágrimas y brindándote fortaleza.

Porque, a pesar de que hayas crecido, para mí siempre serás mi niño. Celebraré tus logros y te acompañaré en tus derrotas. Siempre estaré ahí, eternamente grabada en tu corazón.

Te hechizo con la promesa de no olvidarme jamás. Dondequiera que estés, jugando a las escondidas, allí estaré yo, tu madre eterna. Siempre disponible para ti, mi niño.

Y así, la magia de nuestro amor permanecerá inmaculada por siempre, en lo más profundo de nuestra esencia.