Gritar con eco sordo en el abismo,
rasguñar tu piel-rostro hasta la sangre,
carcomer mis entrañas y tu hambre,
maldecir por seguir siendo yo mismo.
Confundir mis latidos con puñales,
deglutir alcohol como anestesia,
suplicar a la vida por amnesia,
castigar los instintos animales.
Llorar, total, al agua la regalan;
la aguja del reloj siempre señala
la hora que se pasa y es eterna.
Pensar que te adoraba tiernamente,
cargar en mí la culpa de la gente,
tiritar con el rabo entre las piernas.