Me gustan tus pequeños pechos,
capullos tibios de azúcar,
que se diluyen dulces en mis labios
y se estremecen blancos como el nácar.
Sus suaves pezones de corola rosa,
turgentes y prestos en mi boca,
tus pechos me saben a futuro,
tus pechos me urgen y provocan.
Me gustan encendidos suaves y pequeños,
dos gotas derramadas del cántaro de espuma,
de tus clavículas áureas sobre el pecho.
Dos gotas frágiles y virginales,
que se diluyen de azares en mi lecho
y me encienden varón deseoso de tu carne.
Me gustan tus pequeños pechos.
Carlos Gabriel Plenazio