Puedo tocarte
la más maravillosa pieza
para que compagine con tu porte,
tu elegancia,
mientras me observas
con esos luceros
que derrumban montañas enteras,
que hacen sentir ahogado a cualquiera
que se bañe en ellos.
Puedo tocarte
la hermosura hecha música
mientras te observo, y admiro,
cómo tu cabeza
se adelgaza en cabellos
y recorren la mitad
de tu esbelta sinfonía.
Puedo tocarte
con una mano,
recorrer todos los nervios
de tu cuerpo
a la vez que, con la otra,
expreso sonóramente
tu grandiosidad y,
afianzo,
de buena manera,
la plenitud que hallo
con tu ser.