Las mismas sílabas pueden (de/s)signar
Distintas figuras de nuestro (in)tenso aire.
Estupefaciente falaz el creer comprendernos
De buenas a primeras y de pésimas a últimas,
Aún en los desencuentros, más allá en los sinsentidos.
Te doy (¡Te quito!) mi espalda a mitad de la noche
Para seguir remando –solo- mi barcaza y mi agua cenagosa.
Fue como un enclave de espinas en el húmero;
Entre tibia y peroné, seductoras lamidas de vidrio;
Zigzagueando mis vértebras las esquirlas de un caleidoscopio.
Punzante, ponzoñante, ¡Apalabrador!
Y yo, tan cerca de distinguir tu pedrada de tu mirada,
De separar el polivalente trigo de la absurda paja,
Zanjo un océano de magnolias
Entre el “Con vos” y el “Conmigo”.
Duele un poco rasparse con un recuerdo:
Abrir un viejo arcón sólo para hallar
Que polillas y la humedad (es)tragaron libros y (per)tenencias,
Saberte abarrotante de esta jaula de Faraday
De la que –dices- ya no más ser el carcelero.
¡Ingenuidad la mía, que en ese nudo clamaba tu virtud!
Hoy nos desato.
No se culpe a las palabras de su juego in-verbo;
Tampoco a los vendehumo que trocaron gato por liebre.
Los sentidos se amarran como las golondrinas:
Por un rato, con suerte, nos malentendenderemos hermosamente.
No hay engaño que no sea de carácter propio:
Dar por real que nuestros “Te amo”
Significan lo mismo.