El polvo mueve horizontes de luz
en las distancias por recorrer;
abre diamantes soberbios en los pasos fatigados del sol…
Remolino a los pies en la búsqueda,
reparte claridades en el viaje sostenido,
en nuestro andar total y perfecto de los instantes.
Hay cada destello de amor en los viajes que trascienden,
en los ojos reluctantes del oro senderino,
en el pétalo ardiente, en las horas consteladas,
en las bienvenidas insistentes de arrebol.
Hay cada viajero haciéndose luz
cuando la noche prodiga sus adioses
y la inmensa mano reparte diademas
sobre planetas y tejados…
Cada andar nuestro de cada día
reitera fatigas transitables.
Algunos guerreros del camino sucumben
en los fuegos encendidos por sirenas
por molinos
o gigantes…
Los amantes de hazañas reiteradas
lanzan con el alba sus alcobas
hacia viajes inútiles de mariposas
fugaces…
Y hay destellos haciéndose cenizas
en los semblantes de nosotros…
Viajeros que retornamos.