Hoy ha vuelto a su hogar junto a la playa
después de larga ausencia,
todo seguía igual. La efervescencia
de las olas marcábanle la raya,
le hablaban de inocencia.
Nuevamente se aposentó en la arena
viendo el azul del cielo,
vino a llorar al mar su desconsuelo,
la marea empezaba a estar serena,
la brisa era su anhelo.
La luna, antes menguante, estaba llena,
la sal le salpicaba,
y en sus dulces mejillas horadaba
asiéndose a sus lágrimas la pena
que al alma le robaba.
Pensó quedarse él allí eternamente
perdida la mirada
y hasta plantar su última morada,
un sueño que volaba diligente
al fin le despertaba.
©donaciano bueno.