Corral eres de un pueblo castellano
en el que un nicho gris espera abierto
en campo de sarcófagos sediento,
a expensas del error de un cirujano,
que habrá de fracasar un día incierto.
Un enjambre con celdas, mausoleos,
que en silencio soportan sus historias,
glorias hoy convertidas en escorias,
memorias dormitando en camafeos,
trofeos que ensalzaron sus victorias.
De secano, campo sin mies, barbecho
al que tapias de adobe dan cobijo
dibujando al más allá, ese acertijo,
garitas con cipreses al acecho,
del soplo de la vida su escondrijo.
Tú, cementerio triste y solitario
donde sólo las malas hierbas crecen,
crisantemos marchitos languidecen,
plegarias que acompañan al osario
y en grietas moribundas que fenecen.
Si yo fuera el que hiciera el cementerio
lo adornaría, lindo y muy florido,
ausente de mortajas y misterio,
donde nada allí se urdiría en serio
y ni el amor hacer sería prohibido.
Lo haría diferente, más bonito
y en el centro podría allí un templete,
la orquesta tocaría rock. Y un grito,
un canto a la amistad que habría escrito,
en los oídos de dios haría un boquete.
Al recuerdo alzaría un monumento
para ensalzar, en su memoria, a todos,
confetis volarían con el viento,
en un acto de reconocimiento,
sin distinción de abstemios o beodos.
©donaciano bueno