Los perdigones no asesinan a la muerte
y tus gestos jamás lograrán
remover lo inerte.
Comí del pan de mis imperfecciones
y enseguida tuve ganas de vomitar.
La liturgia sin fe me recuerda
a una mandarina con sabor a pera,
aunque hay días en los que huelo la hiel
y me percato de que tras lo evidente
se esconde algo mucho más apetecible.
Yo sé que usted no me quiere,
pero lo que usted no sabe es que yo
no soy de ésos que fuman tras un parto
o después de haber escuchado
un maratón toscas noticias.
Yo sé que usted no comulga con fracasados.
Lo que usted no sabe es que tras toda ruina
se esconde un centelleo de mirada tierna
y un soplo de paz duradera…
Paz que se apoya en las farolas,
en las botellas de vodka,
en las serpientes fastidiosas
y en los poemas que embaldosan
todo tipo de conciencias.