Esbocé el aroma de tu piel cobriza, diseñando el color del aliento de tu boca, como cuando miras mis ojos de cerca, logrando percibir el pedestal del mundo, me envuelves, me mantienes, me trasladas a un estado tan mórbido que puedo sostenerme incluso con un solo dedo de mi pie derecho.
Durante todas las noches mientras te escucho hablar dentro de mi mente, delineando el bosquejo del aroma del piano delicado, queriéndote de a poquito, queriéndote de veras, dejo a las mándalas apoderarse de cada uno de mis pensamientos, de cada uno de sus colores que llevan tu nombre en susurro haciéndome sentir tuya.
Entre sueños efímeros busco describir tu piel, pero base a mi somnolencia solo concibo tocar tus labios con sabor al letargo de tus ojos cerrados, reduciéndolo a un verso interminable, camuflado de deseo y quimeras, prefiriendo mil veces dormir a tu lado y dejar de tararear mis historias de amor.
Te recito la luna y te declamo el atardecer de una mañana soleada, precisando lo bello que se ven cuando los observo desde tus pupilas, me llena tanto el corazón que decido evocar tu rostro adormilado mientras tarareo la música de tu alma, mientras juego con el aire de tu voz, dominando mis intenciones para no caer rendida en el ocaso de tu espíritu.
Dispongo aspirar este momento que no evapora, aquí donde te quiero, aquí donde te llamo amor, fusionando el instrumento del corazón, dejando desbordar los latidos de la guitarra que enfatiza el sonido de tu cuerpo, abandonando los límites, dejandolos a un lado del cobertizo para que la lluvia pueda llevárselos, de tal modo que nos deje apreciar lo bonito que es estar contigo, demandando al reloj su movimiento ya que el tiempo ha dejado de existir estando tu a mi lado.
Escribo nuevamente con los dedos enamorados.
Escribo nuevamente con mis ojos cerrados y el corazón abierto.
A ti amor mío. Sólo a ti.