Al final las palabras no brotan,
se cuelan por las hendiduras de mi alma
y se depositan en mi papel, conquistadoras.
Como estrellas de cine se muestran para que las leas.
A pesar de mi desgano y el divorcio con la tinta,
ellas se dejan querer y encantan al lector.
La niña de los ojos, que lee es seducida,
arrulla cada palabra y las cobija,
como madre protectora, acaricia y besa.
Las letras se ordenan y forman palabras hermosas,
para las papilas gustativas de tu cerebro, que las devora.
Y mi pluma se yergue orgullosa,
sintiéndose parte importante…
… al plasmar mis escritos.