De mil formas te he de amar,
en un canto de amor
en un lucero que por la noche brilla,
en un corazón desesperado,
en gemidos de pena del alma
y en su quebranto al marcharte,
en la sombra que me sigue,
en la tarde cuando tiende en mí su manto,
cuando te llamo y acudes a mi lado,
en el alba tibia y serena,
en la melancolía de la soledad,
en mi alcoba taciturna y fría,
en el insomnio que me provocas,
en la vigilia de cada día,
en el no tenerte a diario,
en el beso en la mejilla,
en la orilla de mi boca,
en mi aliento esperanzador
en la agonía de perderte.
He de amarte de mil maneras,
cuando en la noche muero sin ti,
cuando se hace eterno el medio día,
cuando sin tenerte transcurren los días,
cuando mi alma es rebasada por la pena
y aun así joven permanece,
cuando mi cuerpo sin pausa envejece,
cuando en mi carne tu deseo plasmas,
cuando haya lluvia pertinaz,
cuando la hiedra se enrede en la piedra,
cuando ahuyente de mi el pasado,
cuando mi presente te extraña,
cuando la incertidumbre de la muerte
se acerque a mi edad
y cuando en la tierra se esparzan
mis cenizas y el alma se deslice
en las colinas de un cielo sin umbral.