Pensaste que allí nacer daba derecho
a vivir y trabajar en esa tierra
pero nunca contemplaste que la guerra
te iba a dejar mal herido y aun maltrecho.
Y tuviste que salir, y hoy emigrante,
-cuatro mendrugos de pan y una moneda-,
a pié, curva vas andando la vereda
mirando siempre hacia atrás y hacia adelante.
Pobre de tí, alma perdida, sin destino,
junto a la mochila a cuestas, trashumante,
que añoranza y amenaza es del viajante,
el que adjura y que perjura en su camino.
Tú, que imaginaste un mundo sin fronteras,
y has penado y entre lágrimas sufrido
a esos dioses que a este mundo le han partido
y si llamas responden por peteneras.
Sonámbulo te hallarás aunque no quieras
absorto en torno a otros ritos y costumbres,
tus fuegos ya no serán tus mismas lumbres
ni tus sueños velarán en sus hogueras.
Y si la suerte y el halo son propicios
y si quiere dios que encuentres cielo abierto,
agárrate a la barcaza en este puerto
y así lograr evitar los precipicios.
Que eres viajero, aunque a tu pesar viajero,
a merced de lo que dicten los humanos,
en esta tierra de farsas, simples granos,
que un puntapié a dar viniste en su trasero.
©donaciano bueno.