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La tarde adormecida, por la silueta
mística de la esperanza,
ahondaba en el silencio de su alma,
buscando la ternura de lo bello.
Extasiada, envuelta en un halo
de alegría,
gozaba de su sueño celestial;
danzando en la débil cuerda
de su frágil destino.
La tarde adormecida, de exquisita
y frenética melancolía,
aspiraba el sueño sin descanso,
recogiendo la esencia, lo grato
del placer.
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